miércoles, 13 de noviembre de 2013

De viejitas y carritos


Hay muchas cosas que por más que pase el tiempo, no dejan de sorprenderme. Podría hacer una lista larga incluyendo toda suerte de cachivaches electrónicos que todos los días se modernizan, se achican y se abaratan, algunas cosas de la naturaleza como la altura de las jirafas o los colores de muchos pajarracos y también lo paradisíaco de algunos lugares que invitan a descansar, tomar una bebida servida en un ananá y con una sombrillita de adorno. Lamentablemente también hay cosas que me sorprenden para mal como por ejemplo…mi despertador (sep, lo odio….el maldito no falla una….me llama todos los días a la misma hora), pero también podría hablar del tránsito en Montevideo, de los inspectores o de la mugre y los políticos (da igual)

Todas esas son cosas que más que sorprender, llaman la atención, por bien o por mal pero hay algo que realmente me da escalofríos, me pone de mal humor y agota mi paciencia. A mi humilde entender el más fino requinte de la degeneración humana………las viejitas en el supermercado al control de un carrito. Algo tan aparentemente inofensivo como un carrito de supermercado, en sus manos, se transforma en una herramienta de dolor. Canillas, tobillos, manos y codos son mudos testigos amorotonados de este texto. No quiero con esto parecer que soy “anti-viejitas” (yo felizmente tengo a mi viejita y la adoro.......si bien, reconozco que en el supermercado...me da algo de miedito)pero cuando agarran el comando de un carrito………se transforman!! Toda la bondad, la tranquilidad amable que les da la experiencia… se pierde. Es como si se abriera la puerta del inconsciente y se liberara un ser gobernado por fuerzas malignas que tienen como único propósito infernizar la vida a los demás y amables compradores…..como yo.

Entre las tácticas más practicadas por estas transtornadas señoras, está por ejemplo, elegir el cuello de botella más transitado de todo el establecimiento y parar su carrito bien en el medio del pasaje para ver algo en la góndola más próxima, impidiendo el tránsito en ambos sentidos. Claro está que hacen esto sin sacar la mano del carrito y eligiendo siempre el día y hora más concurridos del comercio y esto se traduce en por lo menos 7 u 8 minutos y considerando que no logran leer rápidamente las etiquetas y pierden al menos 5 minutos más buscando los lentes en la cartera.

Una variante a esta táctica es la de parar el carrito en el mismo lugar, o similar, y dejarlo abandonado temporariamente mientras ellas se alejan hasta algún lugar no muy lejano, fingiendo elegir los macarrones, y desde  donde, con sonrisa socarrona esperan que alguien intente mover/tocar su carrito para pasar….y es en ese momento que se activan cual animal al acecho. Corren hasta el carrito con caras de mala y rezongando como si la incauta víctima pretendiera hacerse del botín de galletitas Maria, 2 kg de papa rosada y una cajita de té Lipton…...antes de pasar por la caja…claro está!!

Y ojo con que encuentren alguna amiga o conocida (léase….cómplice) para conversar descontracturadamente en el mismo cuello de botella, en el mismo día y a la misma hora……si nos topamos con esta situación, mejor busquemos un camino alterno o en el peor de los casos…otro supermercado.

Otra táctica utilizada es la de hacerse las distraídas, como mirando góndolas, y chocar nuestros tobillos con los carritos asesinos…..eso es algo cruel.

Ni hablemos de los momentos amargos en las filas de las cajas. Cuando se da esta situación, ponen su carita más lastimosa como si fueran el gato de Shreck, empiezan a renguear y nos miran con cara acusadora como diciéndonos lo malos que somos en no dejarlas pasar adelante. Y si todo eso no funciona…..comienzan a hablar de sus enfermedades y de como le duelen los pies y que debe estar por llover porque les duelen los callos.

Si algo de eso…o todo eso…funciona y les dejamos pasar…viene el peor de los martirios. Piden a la pobre cajera que verifique todos los precios…uno por uno…esto es una tarea de vaaaaaarios minutos. Luego, durante otros 5 minutos, busca en el fondo de su cartera la tarjeta de fidelidad del establecimiento, luego, verificando que le faltan solo unos pocos pesos para un próximo punto… salen a las góndolas a elegir algo que complete el puntaje.
Mientras tanto el infausto ser que tan amablemente les cedió su lugar en la fila siente en la nuca el odio fecundo de los demás elementos de la fila sin contar con las casi irrefrenables ganas del abuelicídio.

- No se dejen engañar!!! 
- Que alguien me diga que algo de esto no le paso ¡!!!

Hay pocas cosas comparables a las viejitas en los supermercados pero podría nombrar solo como ejemplo…las viejitas con los carritos en la feria!
Ahora si hay algo peor…no tengo dudas: -las viejitas al volante! – Pero eso es otro cuento.

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